Tener y cuidar un huerto urbano no sólo supone disponer de verduras
orgánicas cultivadas de una manera ecológica con los beneficios
dietéticos y el placer gastronómico que ello conlleva.
Es algo que va más allá, es un concepto de vida, una manera de acercarse
a la sencillez y a lo natural, a esa ansiada slow life tan difícil de conseguir
en un mundo rápido como el actual.
Ver germinar las semillas, crecer los plantones, aparecer las flores que
poco después se convertirán en fruto produce una satisfacción difícil de
explicar.
La Naturaleza es siempre sorprendente y el estar atentos a sus lentos
pero tenaces cambios es de alguna manera una especie de meditación.
Es la sensación que en mí generaba el cuidado del jardín y huerto de
mi vivienda anterior. Una sensación que había sentido antes en el
huerto de mis padres y que sigo experimentando cuando visito
mi vivienda anterior. Una sensación que había sentido antes en el
huerto de mis padres y que sigo experimentando cuando visito
el de amigos o conocidos.
Hace poco compartía con vosotros unas patatas moradas muy especiales
Javier, "el papá de las papas", como se identificaba en el comentario que
nos dejó, nos explicaba el especial cuidado que esta variedad requería en
cuanto a tiempo de cultivo respecto a las patatas comunes: siete meses
las moradas frente a los 90 días de las variedades que solemos consumir.
Unas patatas verdaderamente slow food que, como os comenté, estaban
exquisitas, llenas de nutrientes y sin ningún tipo de aditivo: sólo agua
sobre la tierra que las acogía.
Javier también nos prometía un nuevo producto de su huerto: calabazas.
Y no llegaron solas sino acompañadas de cebollas, patatas comunes y
pequeños pimientos.
Las hice simplemente asadas en el horno y aderezadas con flor
de sal y aceite de oliva.
Cómo me vería mi hijo Javier de ilusionada al prepararlas y servirlas
que aceptó probar la calabaza y los pimientos por los que hasta ahora
sentía verdadera animadversión.
¡Pidió repetir calabaza!
No exagero si digo que los productos se Javier y Belén, además de
orgánicos, son milagrosos.
;-)
Para mí plantar y slow life no van juntos: yo planto y a la media hora pretendo ver los vegetales en la planta ya!!!! jajaja No paciencia para Marcelita, por eso es que soy una jardinera frustrada!
ResponderEliminar¡Autenticos manjares de dioses Piola!
ResponderEliminarNada como el sabor de las verduras "de siempre'.
Gracias por recordarnos que no tenemos que ir tan deprisa.
Besitos.
No hay nada como lo cosechado en casa. Yo estoy "intentando"que salgan tomates...ya te contaré como salen.
ResponderEliminarCon esas fotos que nos presentas ya dan ganas de saltar a la pantalla y coger calabazas...
Besos
Tengo el placer de comer todo el año verdura de huerto, es algo que no cambiaría por nada!!
ResponderEliminarUnas fotos súper chulas!!
xoxo
Buenas tardes de miércoles,como bien sabes mi huerta está en barbecho pero para la primavera otra vez a pasar la mula,la piscina va a tener que esperar. A ver si saco foto de mi regalo calabaza de 40 kg ,me da pereza empezarla acabaremos todos acalabazados😂😂 Un súperabrazo. E
ResponderEliminarUn lujo para el paladar y los sentidos. Aquí la paciencia también es importante ...para ver el ciclo completo.
ResponderEliminarUna cena a la que yo no me redistiria.
Besos
Eso es un auténtico lujo . No tiene nada que ver una verdura o fruta aunque sea comprada en la mejor frutería, que una de huerto. Ya quisiera yo......
ResponderEliminarBesitos.
María
Las frutas y verduras de huerto no tienen naaaaada que ver con las que compramos habitualmente. Mi padre tiene uno, y hay cosas que ya me pone enferma comprar cuando no es temporada y él no me abastece jajaja. Por ejemplo: los tomates: no saben absolutamente a nada comparados con los suyos!
ResponderEliminarUn besote fuerte. Feiz jueves
Todo tiene otro gusto cuando viene de huertos cuidados con tanto amor!
ResponderEliminar