Hoy compartimos... Recuerdos

En esta tercera edición del encuentro entre blogs Hoy compartimos...
el tema elegido por el grupo de bloggers participantes ha sido
Recuerdos de la infancia.

Atesoro muchísimos y gratos recuerdos infantiles porque tuve
una infancia plena y feliz.

A la sensación de seguridad y tranquilidad de saberme
querida y cuidada se añade la alegría de los juegos infantiles.

Considero un privilegio haber nacido y crecido en un pueblo
donde gran parte de la vida se hacía en la calle y en el campo,
pues fácilmente se llega a éste cuando la población es pequeña.

La comba, la goma, el escarán (rayuela)... Jugar al trompo
(peonza de madera), a los bolindres (canicas), a la tala, al rescatao...

Y sobre todo, a los cromos.

Los niños cromos grandes de fútbol sobre la pared.

Nosotras preciosos cromos pequeños, en el umbral sobre el suelo.

Colocando cada una un cromo vuelto contra el suelo,
formábamos el montoncito que, con la palma de la mano
ahuecada, intentábamos levantar y voltear, ganando cada
una  aquellos cromos que quedaban boca arriba.

Así conseguíamos juntar muchos y hacer colecciones.

Los mejores  cromos para el juego eran los pequeños
rectangulares, pero había otros troquelados y con dibujos
más trabajados.

Buscábamos una buena caja para guardarlos,

tras cortar las juntas que los unía a los restantes

de la serie comprada en el kiosco...

Perdí mi caja de cromos en uno de los traslados de mi familia,

cosa rara en mí que conservo hasta mi primer muñequito

de goma con huellas de dientecillos.

Quizás por eso sea el juego infantil que más he añorado y evocado.

Ya de mayor he encontrado en tiendas cromos preciosos,

algunos verdaderas obras de arte,

pero no eran como aquéllos, como los de mi infancia.

Cuál sería mi sorpresa al verlos exactamente igual a los míos,

sin usar y unidos aún en la serie original,

en una entrada del blog Los Mundos de Nika Vintage.

Precisamente el post de Verónica se llamaba Recordando la niñez.

Le dejé un comentario contándole mi pérdida del recuerdo material

y cómo ella había conseguido evocarme el recuerdo de tal modo que
identificaba exactamente muchos de los cromos de sus fotografías.

Cuando tiempo después Verónica me enviaba un paquete con un
encargo que le hice, incluía varias de aquellas series de cromos,
junto a dos regalitos más.

Ni que decir tiene que me emocioné hasta la lágrima

y hoy guardo como un tesoro los cromos de Verónica.

A mi nueva colección se han añadidos dos cromos de mediados
del siglo XIX que encontré hace poco en un libro antiguo.

Valiosos realmente pero nada como aquéllos/éstos que recuperé.

¡Gracias Verónica!

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